El lunes pasado estalló en México un camión lleno de nitrato de amonio. Murieron unas 30 personas y hubo entre 150 y 250 heridos, según quién lo haya reportado.
Encuentro curioso no el lamentable hecho, sino una crónica sobre el mismo que apareció en la versión que llaman «latina» (o sea, en español) del sitio Web de AOL. En el primer tercio de la nota se relataba muy brevemente cómo, tras un accidente, decenas de curiosos se acercaron a un camión, sólo para ser presas de su repentina explosión. Acto seguido, se dedicaban los siguientes dos tercios de la nota a detallar los pormenores del fallecimiento y entierro de 3 de los reporteros presentes en ese momento, con particular interés en lo relativo a uno de ellos, de 24 años.
¿Quién más falleció en la explosión? ¿Quiénes eran los heridos? ¿Qué fue de ellos? ¿Qué produjo el accidente? ¿Y la explosión? Esas preguntas quedaron sin responder, dando lugar a otras. ¿Fueron dejadas de lado por su falta de potencial de venta? ¿Porque el cronista no poseía los datos y no los consideró necesarios para publicar la nota? ¿O fue porque no implicaban a alguien del gremio de los informativistas?
Cualquiera puede escribir e informar en Internet, pero no todos lo hacen con rigor y responsabilidad, ¿no?