Capitán América al rescate

Montevideo, 22 de enero de 2001.
Día totalmente improductivo en Montevideo.

Está ciudad es un páramo gris y ausente. No hay un alma deambulando por las calles. Montevideo parece un pueblo fantasma. Un pueblo chico y decadente. Pueblo chico, infierno grande, dicen algunos (lo de infierno debe ser por las altas temperaturas que tenemos que soportar los mortales).

Día improductivo. Trabajo, calor, inoperancia… Para escapar de la cámara lenta, decidí ir a Cinemateca. En programa: Space Cowboys.

Mejor me hubiera quedado en casa a ver algún enlatado porteño. Es lamentable lo de los chicos americanos salvando al planeta de una catástrofe nuclear -residuos de la guerra fría-, que aún sigue dando material para escribir guiones y para vender kilos y kilos de pop-corn. Al menos la sala tenía refrigeración y puede -por una hora y media- sentirme un ex-agente de la KGB recluido en Siberia.

Space Cowboys… Montevideo, 22 de enero de 2001… de Stanley Kubrick y de su prospección fílmica, por ahora ni miras.

¿El fin de la televisión abierta?

¿Estaremos viviendo el fin de la televisión abierta? Ésta es una rápida reflexión al ver el campo audiovisual en estos últimos tiempos.

La televisión abierta está sufriendo una crisis profunda, desde que a nuestro país llegó la televisión para abonados por cable. El objetivo de estos es simple: llegar a los usuarios de una forma fragmentada, ofreciendo diversos canales: cine, deportes, ciencia, música, dibujos animados, entretenimientos en general, etcétera, etcétera.

Gran parte de la población se ha identificado con este nuevo -ya con décadas en otros países- formato de televisión. A todo esto debemos agregarle la irrupción de la televisión satelital, gracias a la derogación de la ley que lo impedía, efectuada por el Presidente Jorge Batlle (Uruguay). Esta nueva modalidad se ha transformado en un auge en los últimos años. La televisión satelital ofrece a los usuarios una variedad que oscila entre los 150 y 200 canales. A modo de ejemplo, podemos citar a la operadora DirectTV Latin America, controlada por la Hughes Electronics Corporation (74%), Grupo Cisneros y Bessemer Holdings (21%) y Grupo Clarin (5%), que está preparándose, según el informe de la Gazeta Mercantil Latinoamericana, «para conquistar cuatro millones de abonados en América Latina en los próximos cinco años». Actualmente, DirectTV cuenta con 1,3 millones de abonados en América Latina, de los cuales 500 mil, casi el 40% del total, son brasileños. Otro 20% está en Argentina, un 18% en México y el 22% restante se divide entre los otros países de la región.

Además de ofrecer canales exclusivos como Disney (infantil) y HBO (películas), la empresa apuesta a una pasión de los latinoamericanos: el fútbol. Según el informe de la Gazeta Mercantil Latinoamericana, en diciembre pasado, DirectTV pagó «cerca de 400 millones de dólares a la FIFA para obtener los derechos exclusivos de transmisión de la Copa del Mundo de fútbol 2002 y 2006 a México, Argentina, Venezuela, Colombia, Uruguay y Chile».

Otro pilar de la estrategia de la empresa para América Latina es la TV interactiva, con video juegos, servicios de información del tiempo, transportes y home banking. Antes del final del año, también será implementado lo que está siendo llamado t-commerce, o comercio electrónico por TV. El objetivo es permitir que el televidente adquiera productos apenas usando su control remoto. «No estamos compitiendo con la computadora. La televisión es un vehículo de entretenimiento para la familia. Queremos ofrecer diversión y facilitar la vida de las personas», dice el brasileño Milton Torres, vicepresidente de DirectTV Latin America.

Por lo visto -o, mejor dicho, leído- la televisión abierta se encuentra con grandes problemas de supervivencia. La televisión por cable y la televisión satelital la están desplazando paulatinamente. Esto significará, supongo yo, que no tendremos que manejar el control remoto para hacer zapping por los enlatados que ofrece la programación de nuestros canales, sino que tendremos el control remoto para poder consumir productos y así poder satisfacer nuestras necesidades no básicas, sin movernos ni un centímetro de la pantalla del televisor. ¡¡¡Que bueno!!! ¿No?

¡Buh! ¡Feliz día de Halloween!

«Mas claro échale agua», dice un refrán popular. Halloween ya está entre nosotros. Y las voces se hacen escuchar: «Imperialismo cultural» dicen unos, «manifestación contracultural» dicen otros, y otros más vivos dicen «las ventas suben hasta las nubes».

La cuestión es que los uruguayos somos unos fantasmas. El fin de semana pasado me encontraba en el Montevideo Shopping -por motivos que no deseo explicar-, en el complejo Moviecenter, y la parafernalia del horror me eclipsó los ojos. Calabazas, momias, brujas, dráculas, y otros seres irreconocibles para un tipo que ya está por fuera de la realidad juvenil pokemon. Niños disfrazados, madres histéricas disfrazadas y padres panzones disfrazados mirando alucinados la bicicleta de Milton Wynants… ¡muy fuerte!

Parece que antes de la proyección cinematográfica es obligación comprar pop, chicles, maní con chocolate, y todas las golosinas que se puedan llevar a la boca en 120 minutos de «séptimo arte» (¿?).

Moviecenter -y su olfato marketinero- pautó a los vendedores de golosinas disfrazarse para vender de forma cool y espanglish, todas esas fantásticas delicias a los ingenuos y cada vez más nabos padres.

La cuestión es que mucho Halloween, Día de Guy Fawkes, Trick or Treat, and more… pero en Carnaval -que esa sí es una fiesta yorugua por excelencia- ya nadie se disfraza. ¿Será porque los uruguayos ya estamos podridos de disfrazarnos para ir a trabajar, votar, estudiar, bailar, etc.? ¿O será que en estos tiempos de verdadero terror en que vivimos, los uruguayos nos conformamos con ponernos la careta de fantasma para decir «¿trato o treta?», para que devuelta nos rompan la jeta?

¡Buh! ¡Feliz día de Halloween!

Salir de la pantalla

Hoy lunes Montevideo era esa Santa María tan bien descrita por Juan Carlos Onetti. Montevideo se transformó en esa ciudad gris, tan literaria por sus imágenes y tan melancólica como el tango más arrabalero que uno pueda escuchar.

Caminar por sus calles, era como caminar por un sitio sin vida, completamente muerto, asfixiante, sin respiración. Esa era la sensación que me daba al llegar a la rambla de Pocitos. Caminar de punta a punta por la ensenada de la playa y observar la edificación de la rambla fue como descubrir la otra realidad de la ciudad. Fue verlo todo desde afuera.

Diego, un amigo que estaba conmigo, reflexionó sabiamente: «Es bueno salir de la pantalla», y ese concepto se redimensionó en mí. Es la triste realidad del siglo XXI.

Subimos caminando por 21 de Setiembre y el futuro estaba ahí. Mc Donald’s, las multisalas del cine Casablanca de Pintos Risso, Il Mondo della Pizza, Pizza Hut, y una parafernalia de automóviles estilizados, aerodinámicos, de colores fluorescentes. El futuro estaba ante nuestros ojos.

Edificaciones transparentes e iluminadas emergiendo entre las antiguas casas. Arquitecturas semejantes a juguetes de dimensiones descomunales: piezas de Lego encastradas en la urbe. Estéticas de televisión, estéticas de cómics, estéticas de caricaturas. Por un instante me sentía Michel J. Fox visitando Hill Valley en Volver al Futuro II (info). Solamente faltaba el holograma de Tiburón VII materializándose en la digitalizada atmósfera, pero por las dudas, abrí bien los ojos al pasar por el cine Casablanca, no fuera que en esta demencia mediática, se materializara Patrick Bateman -el asesino serial de American Psycho– y quedara mirándome fijamente a los ojos, con cara de pocos amigos y de cenar un ser humano de 70Kg.

Al llegar al Parque Rodó, nos detuvimos en una panadería a comprar unos bizcochos y una Coca-Cola. A la hora de pagar, la cajera me dijo: «Mirá que ese envase es más caro. Por qué no te llevas el descartable, que sale $22.» Le repliqué que los envases descartables, después quedan tirados por cualquier lado y nadie sabe qué hacer con ellos… y que la ecología… y todo eso. La mujer se me quedó mirando como si yo fuera un fundamentalista árabe, y al fin y al cabo, tuve que terminar comprando el envase descartable, ya que de última sí era más barato. Y bueno, los ideales en estos tiempos son tan flexibles… me sentía el Hombre Elástico, pero lamentablemente no estaba acompañado por Peggy (de Ula-Ula, ni hablemos).

Llegamos al apartamento de Diego y encendimos la televisión, y en ese momento quedamos hipnotizados… Nuevamente los ojos de pescado muerto frente a la pantalla del televisor… Never Araujo presentando el show de la información: que el conflicto entre israelitas y árabes, que el robo de un cajero automático completo en Sayago, que la posible ocupación de las facultades de Ciencias Sociales, Humanidades y Odontología, y las paupérrimas actuaciones de Peñarol y Nacional. ¡Ah! Y por último, el primer premio de Mr. Mundo, para el hijo de Silvia Kliche!

Apagamos el televisor, nos miramos y reflexionamos: «Es bueno salir de la pantalla», por lo menos por unos pocos minutos…

¿Ciencia-ficción o pura realidad?

«Ya estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos damos cuenta de que «el invento de la imprenta facilitó mucho el manejo de la opinión pública, y el cine y la radio contribuyeron en gran escala a acentuar este proceso. Con el desarrollo de la televisión y el adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo aparato, terminó la vida privada. Todos los ciudadanos, o por lo menos todos aquellos ciudadanos que poseían la suficiente importancia para que mereciese la pena vigilarlos, podían ser tenidos durante las veinticuatro horas del día bajo la constante observación de la policía y rodeados sin cesar por la propaganda oficial, mientras que se les cortaba toda comunicación con el mundo exterior.» (Orwell, 1983).

¿Ciencia-ficción o pura realidad?

¿Diferentes ópticas?

Ojos sádicos reveladores de verdades a medias. Historias de engaños lejanos de un tiempo que no es ayer.

Iris de pez muerto en ojo de ser humano convaleciente pero agradecido. Nanotecnologías para el amor que nadie quiere ofrecer. Mañanas de plástico diluidas en frascos de narcóticos japoneses. Piernas desafiladas por los senderos de la distancia cercana.

Fiebres de la noche que no pude verte conmigo por qué mirabas la TV. Microscópicas serpientes de bytes comen de mi mano los pequeños trozos de un mundo que no quiso ser. Fábricas de nylon transparente cierran al vacío las ilusiones de un que viejo que tose inmundicias de alquitrán. Bocas de metal oxidado se babean y se retuercen en nombre de la verdad.

¿Diferentes ópticas? Visiones de un mundo que no es el mismo que vos quisiste, pero que quiso él y él y él y aquel.

El futuro fue ayer

Es claro que el concepto de «futuro» del siglo XX se ha vuelto obsoleto en estos primeros instantes del siglo XXI ya que los avances de la tecnología nos han depositado en el futuro mismo. En consecuencia, ahora podemos decir sin miedos: hoy es el futuro.

También podemos decir que Uruguay, al menos en materia de tecnologías de la comunicación, se encuentra en el futuro. Movicom/Bell South a inaugurado la «Internet Móvil», esto implica la posibilidad de navegar a través de la red de redes utilizando simplemente un teléfono celular.

Después de muchas idas y venidas, la televisión satelital se instaló definitivamente y ANTEL brindará un nuevo servicio a los usuarios que será la conexión a Internet vía la televisión misma. En un futuro cercano -yo diría en un golpe de ojo- el teléfono y el computador se encontrarán en un solo objeto portátil.

Recientemente, en una entrevista publicada en la revista Posdata, el ingeniero Omar de León (asesor de Proyectos Especiales de ANTEL) dijo que «hay que tener claro que el computador personal (PC) desaparece». Por lo tanto podemos nuevamente afirmar: hoy es el futuro.

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Salir del cine, según Barthes*

El ensueño crepuscular.

«Todo sucede como si, incluso antes de entrar en la sala, ya estuvieran reunidas las condiciones clásicas de la hipnosis: vacío, desocupación, desuso; no se sueña ante la película y a causa de ella; sin saberlo, se está soñando antes de ser espectador. Hay una «situación de cine», y esta situación es pre-hipnótica. Utilizando una autentica metonimia, podemos decir que la oscuridad de la sala está prefigurada por el «ensueño crepuscular» (que según Breuer-Freud), precede a la hipnosis, ensueño que precede a esa oscuridad y conduce al individuo, de calle en calle, de cartel en cartel, hasta que éste se sumerge finalmente en un cubo oscuro, anónimo, indiferente, en el que se producirá ese festival de los efectos que llamamos una película…»

¿Y la televisión?

«Evoquemos la experiencia contraría: en la televisión, aunque también pasan películas, no hay fascinación; la oscuridad está eliminada, rechazado el anonimato; el espacio es familiar, articulado (por muebles y objetos conocidos), domesticado: el erotismo (digamos mejor la erotización del lugar, para que se comprenda lo que tiene de ligero, de inacabado) ha sido anulado: la televisión nos condena a la familia, al convertirse en el instrumento del hogar…»

Una frase:

«Es como si un largo tallo de luz recortara un agujero de cerradura y todos estuviéramos, estupefactos, mirando por ese agujero.»

– – –

* Roland Barthes (1975). Lo obvio y lo obtuso (imágenes, gestos, voces).

Días de radio

Es notorio que a la hora de desarrollar temas sobre medios de comunicación generalmente -el que escribe-, se olvida completamente de uno tan importante en la historia como es el de la radio. Sinceramente será por que no soy un asiduo consumidor de ella. No lo sé. Pero a la ahora de analizar este medio de comunicación no nos podemos olvidar del gran impacto que ejerció en el individuo.

La radio, otro integrante más de la familia. En la primera guerra mundial fue la portadora de información para el «gran público». Prensa y propaganda para los más bélicos. ¡Como olvidar la celebre transmisión de H.G. Wells de la invasión de los hombrecillos verdes del espacio y el pánico que causó en la población de los Estados Unidos.

Woody Allen retrató muy bien aquellas épocas doradas en su película «Días de radio«, realmente una película fenomenal, donde Allen, con una ternura impresionante, describe la vida de varios personajes y su relación con aquel viejo mueble parlante. Musicales, radio-novelas, entretenimientos, boletines de último momento…

En estos tiempos que corren de Internet y televisión digital, la radio ha logrado acomodarse a las nuevas tecnologías (¿simbiosis electrónica?), hoy en día podemos navegar por los lugares más recónditos de nuestro espacio virtual con la posibilidad de escuchar emisoras de cualquier rincón del globo. La palabra sigue siendo indispensable. La palabra sigue siendo buscada.

Ojos de pescado muerto

Me encuentro sentado frente a la pantalla del televisor. Mis ojos no advierten el engaño de las imágenes que se reproducen frente a ellos. Son ojos de pescado muerto. Ojos tontos y susceptibles al engaño de los tres colores básicos.

Mi mente está completamente idiotizada. No puedo pensar en nada. Simplemente me encuentro en un estado de vacío intelectual. La estupidez me ha dominado. La cultura de masas fluye delante de mis ojos. Primer plano, plano medio, primer plano, plano general, primer plano, plano detalle, plano medio.

Cerca de mi casa, en un muro, un lúcido graffity dice:
«Si la televisión es la diversión, lo que será el aburrimiento!»

La televisión es la droga electrónica por excelencia. Puede convertir a una persona en Dios como también le puede convertir en Demonio. Crea ideología para los consumidores sedientos de pura artificialidad. Y es uno de los principales elementos en el proceso de socialización del individuo. Da para pensar, ¿no?

Mientras tanto, yo sigo observando la pantalla del televisor… con ojos de pescado muerto.