Pensar el Cosmos: ni homogéneo ni Quijote

Fotografía de Marshall McLuhan en los años '70Somos -o quieren hacernos creer que somos- producto del concepto de «globalización», que algunos de los teóricos de la sociología, de la economía, y de otras ciencias sociales se encargan de difundir y que los medios masivos de comunicación se encargan de reproducir constantemente.

El concepto de Marshall McLuhan y su «aldea global» funciona como anticipo en los estudios comunicacionales. Este conjunto de expresiones impactan claramente en los «inconscientes colectivos» de los pueblos. Los medios masivos de comunicación, particularmente, se encargan de difundir constantemente estos términos. Claramente también moldean nuestro pensamiento y, desde éste, nuestros actos.

Por lo tanto, el sistema se reproduce constantemente entre la superficialidad de la homogeinización y de la simpleza verbal. Los valores se vuelven etéreos, difusos -y en ciertos casos- ridículos.

Observo el contenido de los mensajes de los aparatos comunicacionales -insistiendo y machacando- con productos seriados, vulgares y carentes de imaginación. Términos como «globalización», «nueva economía», «convergencia», etc., son las palabras de la neo-lengua del siglo XXI.

Succionamos inconscientemente conceptos e ideas en milésimas de segundos -al igual que los mensajes publicitarios-, y cuando no soportamos más la tensión, abandonamos, aplicamos el zapping intelectual.

Es ese cansancio el que debemos quebrar, y digo quebrar en el sentido más literal de la palabra. Quebrar, romper, desestructurar, en fin: destruir. No quiero pertenecer a un mundo homogéneo, idéntico, espejo de un sistema que carcome la esencia del individuo. Tampoco quiero ser un Quijote en busca de gigantes inexistentes, aunque en mis pensamientos más puros y cristalinos creo verlos e identificarlos. Por lo tanto, propongo el activismo.

La ciencia en un pantano (Karl Popper)

La base empírica de la ciencia objetiva no tiene, por consiguiente, nada de «absoluto». La ciencia no descansa en una sólida roca. La estructura audaz de sus teorías se levanta, como si dijéramos, encima de un pantano. Es como un edificio construido sobre pilotes. Los pilotes son hincados desde arriba en el pantano, pero no en una basenatural o «dada»; y si no hincamos los pilotes más profundamente no es porque hayamos alcanzado suelo firme. Simplemente paramos cuando nos satisface la firmeza de los pilotes, que es suficiente para soportar la estructura, al menos por el momento.

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* Popper, Karl (1972). Lógica de la investigación científica.

Asimo: el humanoide de Honda

120 centímetros son, según los creadores de Asimo, la altura ideal para un robot. Al menos si se lo piensa usar para prender la luz, abrir las puertas y levantar la mesa después de comer.

Esta suerte de mayordomo mecánico, que pesa 43 kilos, es una versión mejorada de un robot en el que Honda viene trabajando desde hace una década y media. A través del nombre de este humanoide se homenajea claramente a Isaac Asimov, el popularizador del término robot, que fuera inventado por el escritor checo Karel Chapek.

Cyberocupa

En este universo de lenguajes heterogéneos, de macros y de micros, soy un paria de la nueva era. Un cyberocupa interconectado con almas electrónicas que viajan por este caos virtual infinito. Una lágrima de metal que fluye entre las fibras ópticas hacia los más oscuros rincones de la imaginación.

La fuerza gravitacional no existe. La velocidad de la dinámica me transporta sin dejar rastros. La pureza de lo aséptico. El efecto doppler no existe en este espacio inconquistable de la tecno-vida.

Mis ojos se derriten para siempre en este sueño eterno, para sufrir la próxima vida que me espera. Demasiado pronto he recorrido el alter-mundo. Un segundo, una fracción que no puedo explicar me convierte en este ser digitalizado, que para siempre ha de cargar la cruz del nuevo milenio. La pesadilla de Asimov, de Ballard, de Bradbury, de Huxley, de mí otro yo, que no es más que aquel que nunca pude ser, antes de encender mi ordenador.

Salir de la pantalla

Hoy lunes Montevideo era esa Santa María tan bien descrita por Juan Carlos Onetti. Montevideo se transformó en esa ciudad gris, tan literaria por sus imágenes y tan melancólica como el tango más arrabalero que uno pueda escuchar.

Caminar por sus calles, era como caminar por un sitio sin vida, completamente muerto, asfixiante, sin respiración. Esa era la sensación que me daba al llegar a la rambla de Pocitos. Caminar de punta a punta por la ensenada de la playa y observar la edificación de la rambla fue como descubrir la otra realidad de la ciudad. Fue verlo todo desde afuera.

Diego, un amigo que estaba conmigo, reflexionó sabiamente: «Es bueno salir de la pantalla», y ese concepto se redimensionó en mí. Es la triste realidad del siglo XXI.

Subimos caminando por 21 de Setiembre y el futuro estaba ahí. Mc Donald’s, las multisalas del cine Casablanca de Pintos Risso, Il Mondo della Pizza, Pizza Hut, y una parafernalia de automóviles estilizados, aerodinámicos, de colores fluorescentes. El futuro estaba ante nuestros ojos.

Edificaciones transparentes e iluminadas emergiendo entre las antiguas casas. Arquitecturas semejantes a juguetes de dimensiones descomunales: piezas de Lego encastradas en la urbe. Estéticas de televisión, estéticas de cómics, estéticas de caricaturas. Por un instante me sentía Michel J. Fox visitando Hill Valley en Volver al Futuro II (info). Solamente faltaba el holograma de Tiburón VII materializándose en la digitalizada atmósfera, pero por las dudas, abrí bien los ojos al pasar por el cine Casablanca, no fuera que en esta demencia mediática, se materializara Patrick Bateman -el asesino serial de American Psycho– y quedara mirándome fijamente a los ojos, con cara de pocos amigos y de cenar un ser humano de 70Kg.

Al llegar al Parque Rodó, nos detuvimos en una panadería a comprar unos bizcochos y una Coca-Cola. A la hora de pagar, la cajera me dijo: «Mirá que ese envase es más caro. Por qué no te llevas el descartable, que sale $22.» Le repliqué que los envases descartables, después quedan tirados por cualquier lado y nadie sabe qué hacer con ellos… y que la ecología… y todo eso. La mujer se me quedó mirando como si yo fuera un fundamentalista árabe, y al fin y al cabo, tuve que terminar comprando el envase descartable, ya que de última sí era más barato. Y bueno, los ideales en estos tiempos son tan flexibles… me sentía el Hombre Elástico, pero lamentablemente no estaba acompañado por Peggy (de Ula-Ula, ni hablemos).

Llegamos al apartamento de Diego y encendimos la televisión, y en ese momento quedamos hipnotizados… Nuevamente los ojos de pescado muerto frente a la pantalla del televisor… Never Araujo presentando el show de la información: que el conflicto entre israelitas y árabes, que el robo de un cajero automático completo en Sayago, que la posible ocupación de las facultades de Ciencias Sociales, Humanidades y Odontología, y las paupérrimas actuaciones de Peñarol y Nacional. ¡Ah! Y por último, el primer premio de Mr. Mundo, para el hijo de Silvia Kliche!

Apagamos el televisor, nos miramos y reflexionamos: «Es bueno salir de la pantalla», por lo menos por unos pocos minutos…

Crónica de una muerte virtual

Hoy es un día magnífico. Montevideo entra en la fase de calorcito primaveral y por lo tanto me pregunto: ¿Qué hago yo escribiendo en mi PC? Bueno, es que es difícil quitarse la rutina de encima. Verificar el correo electrónico, visitar alguna publicación electrónica o escribirle a alguien que se encuentra en la cercana lejanía de New York.

Al fin, decidí suspender mis ansias de comunicación instantánea. Dejo mi alter ego virtual dentro del disco duro (rígido). Me rebelo ante mi otro yo. Me propongo redescubir el Parque Rodó. Toda su atmósfera. Su eterna pasividad. Me propongo escapar de mi vida de internauta e inauguro la primera muerte virtual de mi otro yo.

¿Ciencia-ficción o pura realidad?

«Ya estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos damos cuenta de que «el invento de la imprenta facilitó mucho el manejo de la opinión pública, y el cine y la radio contribuyeron en gran escala a acentuar este proceso. Con el desarrollo de la televisión y el adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo aparato, terminó la vida privada. Todos los ciudadanos, o por lo menos todos aquellos ciudadanos que poseían la suficiente importancia para que mereciese la pena vigilarlos, podían ser tenidos durante las veinticuatro horas del día bajo la constante observación de la policía y rodeados sin cesar por la propaganda oficial, mientras que se les cortaba toda comunicación con el mundo exterior.» (Orwell, 1983).

¿Ciencia-ficción o pura realidad?

Cyberiada

Saliendo del sendero oscuro de la «cyberiada». Mirando desde el ojo de la era digital. Sintiendo el aroma de la robótica neutral. Vamos en el rumbo que la ciencia construye. El aparato semiótico. La nueva era. La conciencia editada. Una pantalla azul. La cruz del corazón eléctrico. La savia vegetal de la era invernal de la genética. Mi ADN. Mi condición. Mi combustión de pura vida ecléctica de electrón. Fluye y huye. Sabia…

Blade Runner

Vibra la carne del verbo que sangra las fiebres de la gran ciudad.
Sueña la risa del llanto que lastima la palabra del que no quiere más.
Transa la culpa que duerme en la brisa del que no sabe más.

Duerme el silencio en rostros de piedra que anuncian la falta de honestidad.
Juegan los santos el juego del diablo que aspira a más.
Siento la muerte más cerca del qué dirá.

Fluyen las fibras tan ópticas de la plasticidad.
Somos replicantes en tiempos de luces violetas del más acá.

Esos aparatos mí­sticos

Desde la colosal ENIAC hasta nuestros días, la computación pierde su misticismo y empieza a ser cada vez más cercana a los simples mortales. Cajas beige, marañas de cables, ideas de complejidad, se pierden gracias al creciente impulso de los innovadores de siempre.

Los conceptos que sostienen veneradas creaciones de APPLE como la iMAC o el minimalista CUBE van más allá del diseño. Los deseos más «lógicos» -y al mismo tiempo menos entendidos por los fabricantes- son contemplados al fin.

  • Silencio: lentamente los ventiladores desaparecen evitándonos el innecesario aunque ya típico zumbido que mecía nuestras interacciones electrónicas.
  • Simplicidad: monitor y CPU se fusionan en la iMAC minimizando el espacio ocupado y de los intrincados cables que debían conectarse, quedan 4: teclado, ratón -una obra de arte-, energía e Internet. En The CUBE, los cerebros digitales más potentes fueron compactados a un cubo de poco más de 20 centímetros de lado. El monitor estándar es una delgada pantalla plana de 17 pulgadas.
  • Ubicuidad: para que pudieran cumplirse las predicciones de computadoras en todos los hogares, primero debían adoptar un aspecto menos intimidante. Una solución es fundirla con los muebles y artefactos corrientes (estanterías, televisores, heladeras). La otra es la del equipo de diseño de APPLE, que hizo que por primera vez una computadora pudiera considerarse «bella»; tanto así que sus dueños las ubican en lugares prominentes para que sean vistas, en vez de ocultarlas en algún rincón de su casa.

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